Las campanas de la iglesia milenaria sonaban pero más alto gritaba mi güela:
– Paco, ni se te ocurra ir al monte que te va a pillar el fuego y como te quemes te mato.
Yo saltaba intentando abrir la puerta para ir con mi güelu a apagar los fuegos que aquel agosto ochentero cercaban mi pueblo. Ya me imaginaba yo ayudando a los mayores y al Tarzán ( el pastor alemán de casa) con bidones y mangueras, es lo que tiene leer a Enyd Blyton acabas viendo aventuras a tu alrededor a lo loco.
Evidentemente, yo no fui ejercer de bombera voluntaria, mi abuelo sí, y los morros de mi abuela desaparecieron cuando volvió sano y salvo. Fue una seca aquella tremenda, si cierro los ojos aun huelo el alquitrán requemao y el fumo.
La inconsciencia es lo que tiene, el desastre no hizo mella en la mi cabecina loca, son recuerdos de agostos felices que traen incendios de marzos tristes, a ver si lo del calentamiento ese va a ser verdad, Mari.
Bueno, y como sigue habiendo gente nueva (perdón por la cuña) “si me queréis seguidme” que tengo múltiples personalidades: